Te proponemos una visita a la Iglesia de Santa Cruz la Real, en Caleao, declarada BIC “Bien de Interés Cultural» con la categoría de monumento en 2014.
La primitiva parroquia se llamaba San Martín de Caleao y la iglesia estaba un poco más allá del actual cementerio. Cuando se construyó en el siglo XVI el nuevo templo, se dedicó a la Santa Cruz y, probablemente utilizando materiales de la antigua iglesia, se construyó la capilla de San Martín en el cementerio, conservando también el nombre de la antigua parroquia. Es un templo de excepcional calidad, inaugurado en 1594 y erigido probablemente sobre una antigua capilla del Calvario o sobre un camposanto, y en el que se aprecian diversas etapas.
El retablo del altar mayor es del primer tercio del siglo XVIII. Para hacerlo, los vecinos de Caleao contrataron al artista de la época, Antonio de Borja, que es el autor del retablo de la Capilla del Rey Casto en la Catedral de Oviedo y para pagarlo vendieron la vertiente allerana del puerto Contorgán.
La imagen que está a la derecha del altar mayor es la que tradicionalmente llaman Virgen del Rosario y presidía el altar con los 15 Misterios del Rosario (a la izquierda). Se sacaba en procesión, junto con el Cristo, el día de Santa Cruz (3 de mayo). En los años cincuenta se retiró a la sacristía porque se colocó en su lugar una talla magnífica, la llamada Virgen del Rosario o de la Aurora, del imaginero asturiano Luis Fernández de la Vega (1601-1675 que está considerado el máximo exponente del barroco en Asturias y fue discípulo de Gregorio Hernández. Desde hace unos años, la imagen primitiva volvió a la Iglesia. Este altar está restaurado hasta la altura del banco, el presupuesto no dio para más. A la derecha se encuentra una imagen restaurada de San Antonio Abad del siglo XVII. El altar de la Virgen del Carmen es de estilo neoclásico, fue el último que se hizo en el siglo XVIII y la imagen que lo preside está atribuida al entorno de Antonio de Borja. En la iglesia hay también dos joyas del siglo XIII, de gran calado estético y artístico, que posiblemente sean los mayores atractivos de la iglesia: las imágenes románicas de La Dolorosa y la Virgen de Ricao. La iglesia conserva sus cuatro confesionarios policromados.
Al contemplar esta iglesia surge la pregunta ¿por qué se hizo en este pueblo tan remoto, con una orografía tan difícil y, suponemos, unas condiciones de vida tan penosas? La respuesta es que Caleao era un pueblo de arraigadas creencias cristianas.
La función legislativa la tenía la asamblea general de vecinos “el conceyu” que, desde 1562, elegía a cuatro Procuradores, con la condición de que “fueran honrados, temerosos de Dios y buenos cristianos” y les otorgaban amplios poderes para hacer cumplir las Ordenanzas por las que se regía el pueblo, denunciar infracciones, aplicar las penas correspondientes y tomar cuantas medidas fuesen necesarias para el buen régimen y gobierno de la comunidad. Si se extralimitaban en sus funciones, podían ser depuestos por el pueblo reunido en “conceyu”. Se nombraban por un año, y al terminar su mandato, tenían que rendir cuentas ante otros cuatro vecinos, de buen celo e inteligentes, designados por ellos mismos para sucederles en el cargo. Para asegurar en lo posible el acierto en su difícil tarea, los procuradores estaban obligados a nombrar seis vecinos viejos de buen celo, prácticos y experimentados, para tomar su consejo, parecer y aprobación.
Los Procuradores tenían, ante todo, la obligación de velar por el honor y culto de Dios.
Las juntas, “el conceyu”, se celebraban al amparo de la cruz, en el pórtico y alrededores de la iglesia; eran convocados al “son de campana tañida”, utilizaban y seguimos utilizando para este fin una campana pequeña, colgada al final del campanario de la iglesia, de la cual pende una cadena por el exterior de la fachada para poder tocarla desde afuera. Los vecinos de Caleao no querían que padeciera quebranto la fábrica de la iglesia, y se comprometían con sus bienes y personas a suplir cuanto fuese necesario para conservar la decencia y el culto de Dios en el templo. Si había que hacer alguna reparación en el edificio, el pueblo aportaba trabajo personal, maderas, materiales y fondos procedentes de las multas impuestas por la infracción de las
Para hacer el retablo del altar mayor Caleao vendió a los alleranos parte del puerto Contorgán, que es extraordinariamente abundante en pastos y agua y la mayor riqueza para un pueblo ganadero como Caleao. De Contorgán bajaba esa riqueza en forma de leche, manteca, cuajada, queso…
Contorgán lo ganó para Caleao un vecino de Brañafría, José González (en algunos documentos aparece como Prida y en otros De Luis) conocido como «el cazaorín de Caleao» (1744-1817). Se cuentan de él muchas anécdotas, grandes peripecias y peligros y blancos excepcionales. Dio muerte a infinidad de animales salvajes (corzos, rebecos, jabalíes, lobos, osos…). Sus proezas llegaron a oídos del rey Carlos IV (1788-1808), que venía a cazar por estos parajes y pudo comprobar personalmente que su fama era merecida, a pesar de que José sólo disparaba con su vieja escopeta remendada. El Rey lo llevó a la mejor armería de Madrid para que eligiera el arma que quisiera, pero José no encontró ninguna que mejorase en puntería a la suya y rechazó el regalo. El Rey le dijo: “Pida usted tres cosas que yo le pueda dar”. José, que era un hombre de gran generosidad, para él solo pidió munición, para Caleao la propiedad del Puerto Contorgán y para Caso el derecho a llevar el ganado a pastar en invierno a la Marina de Villaviciosa, sin pagar nada por ello y con la obligación de dar siempre cobijo en las ventas y mesones a los casinos que tuvieran necesidad de ello. Esta última petición ya la había concedido Juan II en 1447 mediante “El Privilegio de Caso”, y Carlos IV lo refrendó, como habían hecho otros reyes desde entonces.
Esta iglesia corrió muchos peligros a través de los siglos. En tiempos recientes, cuando la guerra, vinieron decididos a quemar la iglesia unos milicianos y los acompañaba un vecino de Caleao. Pero, al entrar en la iglesia, el de Caleao sintió un escalofrío y no se sabe qué se le pasaría por la cabeza, que dijo: “Equí non se quema nada”. Por eso llegó la iglesia a nuestros días. También cuando la guerra, vinieron a por las campanas para fundirlas y el alcalde de entonces se opuso, diciendo que las campanas no las podían llevar porque era el medio que tenía el pueblo para movilizarse en caso de incendio o de cualquier emergencia. Y desistieron. Es tradición en Caleao que, a las 12 de la noche del Sábado Santo, los vecinos suben al campanario a repicar las campanas.
Ante el alarmante deterioro de la Iglesia, en 1995 se creó una Comisión prorestauración y en 2007 surge la Asociación “Amigos de Santa Cruz la Real” que toma el relevo para seguir velando por su conservación y restauración. El empeño de la Asociación, junto con el apoyo de los vecinos y la ayuda de la Consejería de Cultura hizo posible que en los últimos años se hicieran varias campañas de restauración: los retablos de la Magdalena y la Virgen del Rosario, las pinturas de la bóveda del altar mayor, además de restauraciones de varias imágenes. Después de declarar la iglesia BIC en 2014, la Consejería destinó presupuesto para renovar la cubierta y restaurar las paredes exteriores. La Asociación también intenta conservar las capillas: hace unos años se repararon los contrafuertes y se retejó la capilla de Ricao; este año se pusieron el tejado y el campanario nuevos en la capilla de San Antón.
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